viernes, 23 de septiembre de 2011

:: La empanadilla de Cyrano de Bergerac ::

Arturo Pardos, duque de Gastronia
(Retratado con el Apolo antes de ir a la Luna, en 1999)


            Mi admirado amigo Monsignor Atom me pregunta: “¿Existen empanadillas en la Luna?”, asunto ontogastrónico que me exige una prudente respuesta, dado el magno desconocimiento que de nuestro satélite tiene la gente del común. Apelo, pues, a Cyrano de Bergerac, un viajero francés del siglo XVII que, en su Viaje en la Luna, expone la argumentación de un aborigen tratando acerca de una empanadilla de hereje:

         Si te comes un mahometano –explica el selenita-, lo conviertes en tu propia substancia, parte en carne, sangre y esperma. Abrazas a continuación a tu mujer y de ese semen extraído del cadáver mahometano fabricas un niñito cristiano. ¿Recuperará su cuerpo el mahometano al resucitar? Si la tierra se lo devuelve, el niñito cristiano no tendrá el suyo, puesto que no es sino una parte del cuerpo del mahometano. Y si el niñito cristiano recuperara su cuerpo, Dios hurtaría al mahometano lo que el pequeño cristiano ha recibido del cuerpo mahometano. ¡Así pues, es absolutamente necesario que el uno o el otro carezcan de cuerpo! Y lo que es todavía más ridículo, que ese cuerpo hubiera merecido simultáneamente el infierno y el paraíso, pues, en tanto que mahometano debe ser condenado y en cuanto que cristiano debe ser absuelto. Debe pues Dios, si quiere ser equitativo, salvar y condenar eternamente a aquel hombre. (Eso sí) Ante todo, habría que probar que hay un Dios; yo, por mi parte, niego rotundamente que lo haya.

            Es muy útil saber que en los banquetes lunares era entonces costumbre desnudar a los comensales con el fin de mejorar la sudoración y que las empanadillas no engendraban apenas excrementos, incluso las de picadillo mahometano o cristiano.
            Para el filósofo irlandés del siglo XVIII George Berkeley, una empanadilla era “una colección de impresiones percibidas a través de los sentidos que la mente une en una sola cosa, y le da un nombre”. Comerse a aquel mahometano selenita picado en una empanadilla no fue sino dar un nombre a una cosa observada por un observador, fidedigno en este caso, situado en la Luna.
            La respuesta a la pregunta de Monsignor Atom es, por ende, categórica: En la Luna no existen empanadillas, salvo que se probara la existencia de Dios en la Luna misma. (En la Tierra ya está probada y por eso existen las empanadillas industriales.)

Gastroteca locuta est 

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